Pocos me creeréis, pero es muy cierto que el día antes de que mi padre bajara sus párpados cansados de ver para siempre, descubrí en sus ojos una ventana al abismo; un rectángulo brillante en mutación de profundidad incalculable con invitación al olvido, la extinción de una mirada y un alma proclamada a brillos.
No hubo ninguna explosión estelar fiel a mis ojos, pero puedo afirmar y afirmo que vi el comienzo y el fin de los días en el ojo derecho de mi padre aquél día anterior al 14 de octubre de 2016.
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