Soñando desperté en la casa de los destellos azules y las brisas perfumadas. Las cortinas recorren la casa bailando, acompasadas al viento, guiando mis pasos hacia la liberación del cuerpo.
De puntillas y con cuidado, para no despertar al verdugo del alma, sintiéndome más ligera que insegura, me desprendo de la acidez y salgo flotando hacia
la habitación magnífica de techos altos y columnas corintias.